Leemos en el libro de catequesis para la confirmación de jóvenes de 15 a 20 años (Youcat) que la Iglesia es como una señora anciana con muchas arrugas pero que nos ofrece un hogar para ti y para mí porque ella es nuestra madre, nos ha dado la vida de Dios, nos alimenta con la Palabra de Dios y con los sacramentos. Sin la Iglesia ninguno de nosotros tendría fe, andaríamos aún a tientas en la oscuridad y tendríamos que salvarnos a nosotros mismos, lo cual es imposible.
La Iglesia no es un club de perfectos. Muchas personas no se cansan de criticar a la Iglesia, de todo lo malo que ha hecho en sus dos mil años de historia y de cuantos escándalos puede haber en ella. Sí, es cierto. Los escándalos de la Iglesia han sido y son siempre una vergüenza. Sin embargo, hagamos el esfuerzo de considerar lo siguiente:
“El mismo Jesús se mezcló con gente desde normal hasta peligrosa, trató al mismo nivel a María Magdalena, la criatura de los bajos fondos, al publicano Zaqueo, a una mujer sorprendida en adulterio, a gente terrible como Judas, quien después le traicionó, a Pedro, que lo negó antes de que el gallo cantara tres veces. Si en la Iglesia sólo pudieran estar hombres y mujeres sin tacha, estaría probablemente vacía, porque, cada uno se conoce a sí mismo, y no somos perfectos. Así pues, la Iglesia concreta y visible no es un club de los perfectos, sino que, según la voluntad de Jesús, es un lugar para la transformación gradual de personas totalmente normales. Personas que a veces se equivocan, que tienen todo tipo de delitos en su haber, que necesitan urgentemente mejorar. Por suerte Jesús nos ha asegurado que “no necesitan médico los sanos, sino los enfermos; no he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores”. Todos estamos un poco perjudicados: uno tiene problemas con el dinero, el otro con la verdad, el tercero con el sexo, con el cuarto no se puede contar, el quinto es un cabezota y el sexto soy yo.
No avanzamos al son de una marcha triunfal. Cojeamos, tropezamos, avanzamos lentamente. Pero caminamos. Y además juntos. Ésta es la Iglesia en la que me gusta estar”. (YOUCAT de Confirmació, cap. 9).