El periodista preguntó al maestro general de los dominicos, P. Timothy Radcliffe, si jamás ha dudado de la existencia de Dios.
Responde: “Esta pregunta suena como algo así: ‘¿Duda ud. de la existencia de la reina de Inglaterra?’. Si yo tuviera duda, se podría vencer con una invitación al palacio de Buckingham. En cierto modo, tratándose de Dios, bastaría poder saltar al paraíso para verificar que Él se encuentra allí. Pero a mi entender esto es un concepto de Dios muy
pobre. Decir que Dios existe, es afirmar mucho más que la existencia de una persona que no puedo ver. Es proclamar la existencia de aquel de quien todo procede y al que todo vuelve. Dudar de la existencia de Dios es dudar de que todo lo que existe tiene sentido. ¿Mi vida tiene sentido, la existencia del mundo, la historia de la humanidad tiene un sentido? Esta es la verdadera cuestión.
No recuerdo haberme preguntado una sola vez: ¿existe Dios? Pero puede que haya habido momentos en que me he interrogado: ¿todo esto tiene sentido? ¿Mi vida tiene sentido? Eso no ha durado nunca mucho tiempo, pero sí, he experimentado este sentimiento de oscuridad. En la historia del siglo veinte, ha habido un acontecimiento que nos hunde colectivamente en esta oscuridad: el Holocausto, ese horror inenarrable de la muerte de millones de judíos, nuestros primos en la fe. Frente a esto, ¿qué puedo decir? El mal es un misterio, pero yo creo que el misterio de Dios es más grande.
Nunca dejé de creer en Dios. Eso forma parte del aire que respiraba, lo mismo que nunca dudé de la existencia de los árboles o las nubes. Me encaré con la cuestión: ¿es verdadera mi fe? Si es verdadera, esto tiene que ser lo más importante de mi vida”.